(MÉXICO) De la mano de la inteligencia artificial (IA) y otras tecnologías emergentes, estamos viviendo una era de transformación sin precedentes, no solo desde el punto de vista tecnológico o de negocios, sino también cultural, social y político.
Ante tanto vértigo, la adopción de la innovación es una necesidad imperativa para las compañías que buscan mantenerse competitivas y adaptarse con agilidad a los nuevos contextos. Sin embargo, no se trata sólo de implementar soluciones de avanzada, sino de un desafío más complejo y más profundo: el de la evolución de la organización para obtener verdadero valor a partir de estas herramientas.
Las estimaciones son más que optimistas: el Foro Económico Mundial (WEF) cita un estudio de una gran consultora que estima que la IA generativa podría sumar a la economía mundial nada menos que US$4.400 millones anuales en valor agregado. Y Forrester da otra pauta de que la ola es irrefrenable: aún el 60% de quienes son escépticos respecto de esta tecnología la utilizarán y la valorarán antes de que termine este año.
Sin embargo, las cosas nunca suelen ser totalmente de color de rosa. En contraposición con la avasallante presencia de la IA generativa, el Trust Barometer que elabora la consultora Edelman para medir la confianza en diferentes instituciones y entidades encontró que existe una encrucijada con esta tecnología: un 30% de los entrevistados la acepta y un 35%… la rechaza.
Un GPS que conduce hacia el futuro
Las razones por las cuales las personas se resisten a adoptar nuevas tecnologías son múltiples y existen desde el inicio de los tiempos. Sin embargo, en general todos esos motivos se vinculan más a la cultura organizacional que a características individuales.
Encontramos falta de alineación entre los programas de desarrollo y capacitación con las expectativas laborales de los colaboradores, implementaciones de nuevas tecnologías en
pequeñas etapas o sin comunicación ni sponsorship claros, lo que genera rumores y desconfianzas o políticas organizacionales con poca o nula coordinación respecto de los procesos de trabajo establecidos.
¿Cómo hacer que la compañía pueda sacar provecho de estas transformaciones en lugar de que la resistencia obstruya las oportunidades del negocio? La buena noticia: los tiempos cambiaron para bien.
Imaginemos la gestión del cambio como una travesía en un río tumultuoso. Antes, las empresas intentaban navegar con métodos rudimentarios: todo se reducía a remar a ciegas y esperar lo mejor. No había una guía clara ni herramientas precisas para sortear los obstáculos que podían surgir en el camino.
Hoy los datos nos permiten reemplazar a la fe: tenemos herramientas como Readiness to Change, desarrollada por Olivia y apoyada en IA, que nos permiten analizar constantemente las corrientes del río, identificar los remolinos y rocas ocultas, y ajustar la trayectoria en tiempo real. Llegar a buen puerto ya no es un milagro, sino la consecuencia natural de un trabajo bien hecho.
Dicho de otra manera: el cambio sigue siendo inevitable, pero en la actualidad podemos predecir qué tan preparada está nuestra organización para asimilarlo.