LATAM: El desafío de las finanzas verdes en la región

Los problemas ambientales y agropecuarios hacen que expertos busquen alternativas a la hora de pensar la sostenibilidad. En ese sentido, el debate sobre las finanzas verdes va ganando territorio en la economía de muchos países. Ahora bien, ¿qué sucede en la región?
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Actualmente, las compañías son conscientes que el daño ambiental es cada vez más incompatible con el concepto mismo de inversión. Además, en un contexto de grandes reclamos que parecen acrecentarse, las firmas están adoptando diversas políticas para abordar la situación del impacto ambiental.

Según el BID, las finanzas verdes representan una oportunidad para la transición de la región de América Latina y el Caribe hacia una economía inclusiva y con bajas emisiones de carbono, al tiempo que se abordan los riesgos climáticos físicos. Sin embargo, ¿hasta qué punto la región tiene posibilidades de avanzar hacia un horizonte financiero sustentable?

En 2009, en un evento similar al que tuvo lugar pocas semanas atrás en Glasgow (la cumbre climática, más conocida como COP26), los países desarrollados tomaron el compromiso de acercar en conjunto US$ 100.000 millones por año a partir de 2020 para facilitar que los países en desarrollo puedan combatir el cambio climático con más posibilidades de tener éxito.

Según el especialista Pablo Cortinez, en relación con el financiamiento, las últimas décadas muestran una serie de iniciativas que, además de buscar un resultado económico positivo, incorporan otros aspectos que otorgan a las finanzas una mirada más holística, integral e inclusiva. Las finanzas sostenibles son el resultado de incorporar a las finanzas tradicionales los criterios ambientales, sociales y de gobernanza (ASG).

Algunos actores del sector financiero lo hacen por convicciones respecto de su contribución a un mundo más sano; otros entienden que existen riegos ambientales y sociales que pueden convertirse en pérdidas económicas; varios de ellos, por su lado, visualizan oportunidades de negocios; en tanto otros se ven obligados, sea por regulaciones de su país, o por presiones de stakeholders o shareholders cada vez más exigentes.

Para el caso de los administradores de fondos de terceros, un renovado concepto del deber fiduciario alerta sobre el alcance de la responsabilidad de los asset managers. Todo esto se ve facilitado por la caída del preconcepto respecto de que lo ambiental o socialmente sostenible no es rentable.

La asimetría en el desarrollo de los mercados financieros también se presenta cuando se focaliza en el desarrollo de las finanzas sostenibles. Las regulaciones más avanzadas en la materia, así como las emisiones más relevantes de bonos verdes, sociales y sostenibles tiene lugar en los principales países europeos (más allá de que Estados Unidos y China suelen disputarse el primer puesto en cuanto a bonos verdes). El primer bono verde fue emitido en 2007 por el Banco Europeo de Inversiones (BEI), y la taxonomía en finanzas sostenibles que está desarrollando la Unión Europea es referencia para otros casos.

Aquel compromiso de 2009 aún no se ha concretado en su totalidad. El Pacto Climático de Glasgow así lo refleja. Ese monto fue inferior a lo comprometido, y se estima que recién en 2023 sería alcanzado. Al mismo tiempo, la pandemia provocó un redireccionamiento de fondos que originalmente tenían destino “verde” hacia fines sanitarios y sociales.

Queda claro que ni los organismos multilaterales de crédito, ni los países desarrollados podrán cubrir el gap de financiación para evitar que el planeta traspase el punto de no retorno. El sector financiero en su conjunto tendrá un rol clave, tanto en unos países como en otros.

En América Latina, desde 2014 (cuando se emitió el primer bono verde) y hasta junio de este año, se había emitido un total de 169 bonos verdes, con emisores provenientes de 12 países, superando un volumen de US$ 30.000 millones.

Con el liderazgo de Brasil, Chile y México, y aun siendo una de las regiones más biodiversas del mundo, América Latina concentra sólo 2% del total de bonos verdes emitidos. La banca de desarrollo internacional, regional y local ha tenido un papel preponderante en el desarrollo de las finanzas sostenibles, junto con las asociaciones de bancos de la región, y un número creciente de entidades financieras que han tomado la bandera de la sostenibilidad financiera.

Aquellos casos de autoregulación de bancos que se iniciaron con los llamados Protocolos Verdes, han dado lugar a iniciativas más amplias que, más allá de lo Ambiental, han incorporado también la “S” y la “G”. Por el lado de los Bonos Temáticos, el año 2020 fue, como consecuencia del Covid-19, testigo de un boom de bonos sociales y sostenibles.

Siguiendo a Cortinez, el financiamiento sostenible no se trata de filantropía. Desarrollado de manera adecuada, puede actuar como un acelerador que permita nuevos negocios de triple impacto para las empresas y para los bancos, a la vez que infraestructura sostenible, entre otros. De ese modo, los países podrán contribuir a forjar un mundo vivible para las futuras generaciones y cumplir con las contribuciones en el marco del Acuerdo de París.

Finanzas verdes y el caso de Colombia

En una de las más recientes publicaciones de la organización Climate Bonds, que promueve la inversión en proyectos y activos necesarios para una rápida transición hacia una economía con bajas emisiones de carbono y resiliente al clima, se destacó a Colombia como líder en la acción climática en América Latina y el Caribe (ALC).

“En 2020, el país realizó su actualización de la NDC (contribuciones determinadas a nivel nacional) buscando ser más ambicioso y poder lograr el 51 % de las reducciones en las emisiones de GEI (gas efecto invernadero) al 2030. Adicionalmente, ha trabajado en una serie de políticas y estrategias que apoyan este ambicioso plan, tales como el Convenio Marco sobre la Diversidad Biológica, el Plan Nacional de Desarrollo, la Política de Crecimiento Verde, la Política Nacional de Cambio Climático, la Ley de Cambio Climático 1931 de 2018, el Plan Nacional de Adaptación, entre otros”, señaló Climate Bonds.

En ese sentido, la organización precisó que el país ha emitido USD1.3bn a través de bonos GSS (soberanos verdes, sociales y de sostenibilidad) al 30 de junio de 2021.

“Al igual que el resto de ALC, el tema verde es el más establecido en Colombia, con el 52 % del volumen total de emisión. Sin embargo, las etiquetas de sostenibilidad y sociales están aumentando su participación en el país con una participación relativamente pareja, respectivamente, 26 % y 22 %”, indicó la organización y agregó que, “los emisores colombianos realmente no han aprovechado los mercados internacionales; casi todas las emisiones de todos los bonos GSS están denominadas en pesos colombianos”.

Las fintech y la sostenibilidad

De acuerdo a la economista Maria Sabine Santana, las fintech brindan una flexibilidad mayor que el sector financiero clásico, y con su irrupción en América Latina es posible que pronto se vean surgir opciones nuevas que llenen el hueco de mercado para inversiones más sostenibles y transparentes en la región.

Cabe destacar que, en el sector de las fintech, se han comenzado a desarrollar plataformas más recientes, dinámicas y flexibles que brindan opciones personalizables y con procesos más estrictos de evaluación en materia de sostenibilidad. Estas complementan los ratings ESG de las grandes calificadoras con procesos de verificación más avanzados. En general, comparten las siguientes características:

-Son conscientes de la gran cantidad de green washing que existe en el sector de finanzas ESG en la actualidad e implementan estrategias para combatirlo

-Permiten personalizar los portafolios de inversión de sus clientes de acuerdo con los valores del inversionista. Por ejemplo, algunos de ellos permiten escoger un portafolio de empresas libres de maltrato animal, o excluir a todas aquellas relacionadas con la industria cárnica.

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