Hasta hace poco tiempo, las únicas herramientas de diagnóstico respecto a la forma del cuerpo eran las radiografías y las tomografías computadas. Muchas veces, al operar, los cirujanos se encontraban con imprevistos que no habían podido analizar previamente de manera adecuada con las herramientas disponibles.
Hoy, gracias a la impresión 3D es posible crear biomodelos a partir de una resonancia magnética o tomografía computarizada que permiten a los médicos utilizar órganos de apariencia real para practicar sus operaciones y minimizar riesgos, sin la necesidad de desarrollar moldes ni matrices costosas.
Mediante esta tecnología, los médicos pueden tener en sus manos, tocar, visualizar, analizar y practicar su técnica de cirugía de una manera mucho más efectiva. Además, se pueden fabricar herramientas como guías quirúrgicas hechas a medida para cada paciente, que se pueden utilizar para contener y dirigir los instrumentos que se usen durante la operación.
“Todos somos distintos. No hay nada más personal que el cuerpo humano. No existen dos cuerpos iguales, no existen dos huesos iguales, no existen dos órganos iguales, y tampoco existen patologías iguales. Por ende, cuando un paciente tiene que ser intervenido, el médico debe realizar un gran trabajo de estudio y planificación de la situación para poder llevarla a cabo de la mejor manera posible, tratando de mantener la invasión al cuerpo al mínimo”, explica Lucas Baronzini, Gerente General de Altana, empresa dedicada a la impresión 3D para la salud y la medicina.
En el mundo y en el país ya existen distintas experiencias en cuanto a la fabricación de biomodelos para la planificación de cirugías. Por ejemplo, en Argentina un hombre de 38 años que sobrevivió a la explosión de un automóvil recibió una máscara de reconstrucción facial fabricada con tecnología tridimensional. El paciente había presentado quemaduras de tercer grado en más del 40 por ciento del cuerpo, que afectaron sus manos, antebrazos y piernas y le generaron un daño facial extenso en la frente, los párpados, la región nasal y ambas mejillas.
En el país también se utiliza la técnica de impresión 3D para operaciones complejas como es el caso de las cardíacas. Lo que se hace es imprimir el corazón del paciente y con esa réplica exacta del corazón a operar, los cirujanos desarrollan la estrategia del caso y luego practican la intervención. Esta técnica posibilita un diagnóstico certero y disminuye los riesgos de la cirugía y las secuelas en el paciente.
Otro caso, esta vez de Alemania, es el de un paciente de 33 años con lesiones causadas por un accidente automovilístico con extensas lesiones en la pierna. La fractura acetabular no se pudo tratar debido a la condición del paciente en ese momento, y se había dejado curar como tal. La movilidad del paciente se limitaba en gran medida a una silla de ruedas. Las estrategias clásicas como los injertos de tantalio y los injertos óseos se consideraron en primera instancia para el tratamiento. Pero como la pérdida ósea era tan alta, la reconstrucción del acetábulo sería muy difícil. Por lo que se decidió hacer un implante de titanio impreso en 3D a medida y un modelo de hueso de tamaño real del hueso que debían extraerse. Esto permitió a los cirujanos prepararse para la cirugía, colocar el implante de titanio real en el hueso impreso y ver exactamente cómo encajaría durante la operación. A partir de ello, se logró un resultado clínico satisfactorio.
“Todos estos casos dan cuenta de que, desde el lado médico, se logra una mejor preparación, mayor certeza y obviamente menor riesgo a la hora de operar. También se reducen los tiempos de operación. Mientras que, desde el lado del paciente, la operación es más segura y menos invasiva. Esto hace que el proceso de recuperación y post operatorio sea también más rápido. Como consecuencia de lo anterior, el costo de operación es menor ya que, por ejemplo, el paciente está menos días internado”, comentó Baronzini.